Presentación del proyecto

Un equipo sanitario, formado por personal del CHUAC, centros de salud de primaria y especializada de A Coruña, Complexo Hospitalario Xeral – Calde de Lugo y Arquitecto Marside de Ferrol, proporciona asistencia sanitaria especializada quirúrgica, de consulta y formativa en los municipios de Murra, Quilalí , Wiwilí y Ocotal, en el departamento de Nueva Segovia (Nicaragua). Tres mil personas se ven beneficiadas por este proyecto sanitario de cooperación internacional con una década de experiencia.

Agareso y Solidaridade Galega visibilizan en este Diario de A Bordo la promoción de calidad sanitaria en este país centroaméricano.


viernes, 19 de noviembre de 2010

La milagrosa

Eduardo Castro
Antía González, Puerto Cabezas (Nicaragua).- Hace aproximadamente doce años que se instaló en el “Hospital Nuevo Amanecer” de Puerto Cabezas, una cámara hiperbárica para tratar la enfermedad por descompresión.
Esta enfermedad se produce cuando un organismo que ha incorporado un exceso de nitrógeno por una exposición a presiones superiores a las normales, se despresuriza súbitamente. La situación es idéntica a cuando se destapa una Coca-Cola agitada. Se libera una gran cantidad de gas, que forma espuma y desborda la botella. Si esa botella se abriese con extremada delicadeza no se escaparía ni una gota de su contenido. 
La enfermedad por descompresión es el resultado de toda esa espuma formada por el exceso de nitrógeno acumulado durante la inmersión y liberado en los tejidos del buzo cuando emerge a la superficie de una forma excesivamente rápida. Las burbujas rompen sus tejidos, obstruyen sus venas y provocan la formación de trombosis, trastornando severamente el funcionamiento de los órganos.
La cámara hiperbárica permite regresar rápidamente a la presión de partida, comparable al ambiente del buzo sumergido, y obliga al contenido gaseoso a redisolverse en el entorno. Si además se administra oxígeno al buzo recomprimido, el nitrógeno se ve obligado a escapar con la respiración. Una recompresión a tiempo puede evitar la aparición de lesiones tan graves como una paraplejia por sección medular, un edema de pulmón o una trombosis cerebral.
Este procedimiento se denomina oxígenoterapia hiperbárica (OHB) y es el tratamiento idóneo de la enfermedad por descompresión. Sin embargo, éste debería ser un accidente excepcional en el mundo del buceo, puesto que toda actividad subacuática dispone de los medios para evitar que se produzca.
Eduardo Castro
Un buzo cualificado debe saber a qué profundidades y durante cuánto tiempo debe hacer las paradas de descompresión suficientes para que el nitrógeno acumulado durante la inmersión pueda abandonar el organismo a través de la respiración. Así, toda inmersión concluiría con unos niveles de nitrógeno que permiten exponerse a la atmósfera sin ninguna consecuencia patológica.

Los buzos de Puerto Cabezas no lo saben por falta de formación. Lo que sí saben es que existen riesgos al practicar el buceo, porque ven como muchos de sus compañeros quedan lesionados de por vida tras una mala praxis. Sin embargo, nadie les ha explicado por qué.
Tras un accidente, se manda a los buzos directamente a la cámara hiperbárica. Ésta es tanto más efectiva cuanto más precoz es el tratamiento tras el incidente. Ellos tampoco lo saben y, en muchos casos, se les sigue metiendo en la cámara a lo largo de varios días. Muchos de los buzos que entran en la cámara tras ese periodo, experimentan una mejoría al salir: se sienten con más fuerza, incluso pueden llegar a caminar cuando antes de entrar apenas podían moverse.

Eduardo Castro
En realidad la cámara hiperbárica ideal es la que no se utiliza. El mejor método para evitar la enfermedad por descompresión es una prevención adecuada y los buzos de Puerto Cabezas tienen que saber que esa mole de hierro sólo les va a ayudar si ellos ponen de su parte una adecuada formación y un escrupuloso respeto a las normas del buceo. Incluso así, la recompresión sólo será eficaz si se actúa a tiempo. Para evitar todo esto, sólo hay una solución: saber cómo se bucea.

Buceo mortal

Eduardo Castro
Antía González (Puerto Cabezas, Nicaragua).- El municipio nicaragüense de Puerto Cabezas pertenece a la Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN). Con Bilwi como capital y situada en la costa del Caribe, cuenta con una población de más de 30.000 habitantes en el que se habla, indistintamente, el español, el inglés, el creole y el miskito. Éste último es el que más se utiliza entre la población indígena de la región. La población miskita tiene una estrecha relación con el agua. Los medios fluviales que habitan son los proveedores de sus medios de subsistencia, lo cual determina la mayoría de sus características culturales.
La pesca es la principal fuente de ingresos de esta región. Los miskitos de la RAAN han capturado desde siempre pescado y marisco por distintos procedimientos, como la construcción de nasas o el buceo en apnea. Sin embargo, desde mediados del siglo XX, se introdujo el buceo con aire comprimido como uno de los métodos más habituales de pesca, especialmente para la captura de langosta.
Para este tipo de buceo se requiere un equipo complejo: un tanque de aire comprimido, un regulador y compresores, donde se rellenan los tanques con aire a presión. Se exige también una formación técnica especializada, lo que hace que esta actividad esté sujeta a una rigurosa normativa legal por todo el mundo que no siempre se cumple. Desde hace 25 años, se han desarrollado medios para poder trabajar bajo el agua conociendo las limitaciones del cuerpo humano y para saber adaptarlas a las condiciones subacuáticas.

Eduardo Castro
Por este motivo, la situación de la RAAN en materia de buceo por descompresión es una auténtica tragedia. Miles de personas practican el marisqueo en inmersión con aire comprimido sin ningún tipo de formación, acreditación, protección sanitaria ni garantías técnicas. Además, los equipos con los que cuentan son inadecuados. Como consecuencia de ello, los accidentes y enfermedades derivados de este tipo de buceo son frecuentes e incalculables.
Eduardo Castro
Solidariedade Galega, alertada por la ONG nicaragüense FUNDEMUNI-ILLS y en colaboración con la Universidad de URACCAN, el MINSA (Ministerio de Salud) y diversas asociaciones de buzos locales ha puesto en marcha una campaña de apoyo y sensibilización enfocada a paliar, dentro de sus posibilidades, esta tragedia que en los últimos 35 años se ha cobrado la vida de más de 100 personas y que ha dejado más de 150 lesionados medulares, la mayoría de ellos postrados en sus camas o en una silla de ruedas para el resto de sus vidas.

martes, 16 de noviembre de 2010

Carta abierta


Loreto Costa, (Ocotal, Nicaragua).- “Por esos mismos lugares donde no llegan los médicos, cruza al galope la muerte. Va y viene la desesperanza”, recitó Jorge Calderón en nuestra despedida. Sin embargo nosotros nos llevamos todo lo contrario. Sus ganas de vivir en un mundo más justo, su capacidad para superar el sufrimiento sin alzar la voz, su sencillez, dignidad y agradecimiento.

Para mi tiene un gran valor que nos hayan regalado sus sonrisas, abrazos y cariño… pero sobre todo, valoramos su confianza. En estos días decenas de personas han superado su pudor para desnudar sus vidas ante nosotros. Captamos sus historias con la cámara y el bolígrafo, pero también se nos han quedado en la retina imágenes imborrables.

El rostro iluminado de Arling con sus nuevas gafas, la sonrisa de Anielka al poder leer,  la alegría de los niños en el colegio de Murra por un simple cepillo de dientes, la entrañable Rita, la entereza de Flavia, la primera sonrisa que desdibuja el gesto serio de Katerín, los preciosos ojos de Isai o la emoción de ver nacer un bebé cuyo nombre desconoceremos.

Niños, mujeres y ancianos nos han hecho partícipes de sus penas y su miseria. Encerrados en la pobreza extrema, presos de un destino cierto. Hay barrotes mucho más difíciles de romper que los de la fotografía, como los que delimitan  las desigualdades. Soy consciente de que lo que hacemos apenas cambiará nada, pero sólo si tienes el coraje de perseguir tus sueños, pueden hacerse realidad.

En esta reflexión final no quiero dejar pasar la oportunidad de felicitar y agradecer la cálida acogida y enorme colaboración de los integrantes de la brigada española de Solidariedade Galega desplazados a Nueva Segovia. Sin su apoyo este proyecto no podría haberse llevado a cabo.
Además de su gran profesionalidad y dedicación, poseen una calidad humana excepcional. Dedican tres semanas de sus vacaciones a trabajar para los demás, sin pedir nada a cambio. Su beneficio es  ayudar a mejorar la salud de las personas que más lo necesitan, que menos recursos tienen. Y lo hacen siempre con una sonrisa en los ojos, una palabra amable en los labios y una entereza que impide el desaliento, a  pesar de las dificultades que se encuentran a diario.


Pilar, Mónica, Marta, Puri, Teruca, Fina, Minuca, María, Carmen, César, Arturo, Juan y Enrique. Muchísimas gracias por una experiencia vital inolvidable.


Hago extensible también este reconocimiento a  Haydée y Lidia, del Instituto de Liderazgo Las Segovias, y al personal médico nicaragüense como Judith, Dinora o Luis Carlos, que nos han ayudado y proporcionado historias de gran valor humano. Por supuesto no me olvido de Juan, Natalia, Alex, Roi y el resto de agaresianos y amigos que desde el otro lado del océano  nos arropasteis, facilitándonos mucho la difusión de este blog.

El futuro no lo marcan las estrellas



Loreto Costa (Ocotal, Nicaragua).- Lo más probable es que las trillizas María Elisa, María Leticia y María Patricia nunca conozcan a su padre. Carlos Vázquez, un chico de 20 años, abandonó a su madre al saber que estaba embarazada. Llevaban juntos tres meses. El fue su primer novio. Blanca Nubia parió con 14 años en el hospital de Ocotal. Las bebés nacieron con poco peso, en agosto, por lo que tuvieron que permanecer ingresadas dos meses y medio. Hoy les dan el alta. En el centro hospitalario no hay incubadoras. Dormían las tres en una camita, al lado de su madre, en una vieja habitación llena de pacientes de distintas edades. Como son de Wiwilí (a unas cinco o seis horas en autobús) Blanca Nubia y su madre permanecieron todo este tiempo en el hospital. La abuela de las criaturas dormía sentada en una silla de madera, mientras que la mamá se hacía un ovillo para entrar en una cama de las dimensiones de la de sus hijas.

Al que si conocerán las trillizas es a su “padrino”. El doctor Lopes está buscando medios económicos para ayudar a esta chiquilla, que vive en la extrema pobreza. Me contó que el podría ayudar a mantener a una de las niñas, pero no a las tres. Está en el último año de estudios de medicina y su sueldo no da para más. Va a hablar con la iglesia para que le ayuden a hacer una colecta, que le permita comprar leche para las bebés y arreglar la casa con las mínimas condiciones de habitabilidad.

“Quería pedirte un favor”, me dice ya en el exterior del hospital. “¿Podrías hablar con el personal de la brigada española o con gente de tu país para apadrinar a las niñas, por lo menos hasta que cumplan unos cinco años?”. Su propuesta me dejó sin palabras. No quería darle esperanzas prometiendo algo que, a lo mejor, no podía cumplir. Pero tampoco rechazarla sin valorar bien las posibilidades de llevarla a cabo. Al no haber una ONG especializada en apadrinamientos por medio,  tenía dudas de cómo podría hacerse llegar esa ayuda económica a las niñas con un mínimo de garantías. En definitiva, que no se quedara por el camino.  Así que le pedí al joven doctor que contactara conmigo por mail una vez analizada la situación y las vías para poder realizar el apadrinamiento. Yo le di unos córdobas a Blanca Nubia y me comprometí a hablar con los demás y divulgar esta historia.

También le pedí que me mantuviera informada sobre las necesidades del bebé Asensio, que habíamos visto nacer. “No te preocupes, el no tendrá problemas para criarse bien. Su familia es de posibles, tiene vacas”.

Esta expresión me retrotrajo a mi infancia, a las historias que me contaba mi madre de la posguerra. Ella no pasó hambre porque mis abuelos tenían vacas y un horno. Mi padre no tenía tanta suerte así que ella le pasaba pan a escondidas. Ese recuerdo familiar me hizo pensar en lo distinta que puede ser la vida de una persona dependiendo del hogar en el que nazca.

El futuro de estas tres preciosas trillizas está marcado de antemano, no por las estrellas ni las cartas, sino, simplemente, por haber nacido en una familia pobre. Que sea en Nicaragua o en Europa, es lo de menos.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Cambiar una vida

Loreto Costa (Ocotal, Nicaragua).- Con tan solo cinco años Yeudi pasará por tercera vez por el quirófano. Nació con los pies zambos y caminaba apoyándose en la cara externa del pie, prácticamente con el tobillo.

La conocimos jugando en el pasillo del hospital de Ocotal. Es una niña despierta y muy sociable, menos vergonzosa que otros pequeños. Como a casi todos los niños le encanta que le haga fotografías y verse en ellas. Hacemos varias antes de ponernos a dibujar. Al regalarle una caja de colores se la acerca al pecho con una gran sonrisa diciendo “qué bonito”.

La operación de la niña está programada para las doce y media pero su madre intenta que se adelante “porque su hija tiene hambre y no puede estar tantas horas sin comer”. César le explica que ella decide pero “el hambre se pasa comiendo, los pies no. Piénselo bien. Ya se fue hace dos días por ese motivo y sinceramente creo que vale la pena que la niña pase hambre unas horitas por una operación que le puede cambiar la vida.”
 
Yeudi entra en el quirófano tranquila, en el colo de María. Con voz dulce la enfermera la va preparando para la operación. Al ponerle el saturímetro en el dedo (es una especie de pinza que sirve para controlar el nivel de oxígeno en sangre) la niña se pone a jugar, igual que con el balón de anestesia. María y Carmen le dicen que es una chimbomba (globo) que tiene que inflar. 

Yeudi sonríe y agarra la mascarilla. Sin embargo su cara cambia al ver que Enrique tiene una jeringuilla en la mano. “Yo no quiero eso”, dice. Al acostarla en la camilla rompe a llorar.

Con ese llanto se despierta de la anestesia dos horas después. Solo está su madre para intentar calmarla, pero Yeudi llora desconsolada reclamando a su madre. Juan, César y Arturo nos comentan que no tiene dolor y que la operación ha sido un éxito aunque más compleja de lo previsto inicialmente.

El llanto de Yeudi contrasta con la serenidad de Katerine. Tiene 8 años y ha sido operada de las rodillas. Arturo nos la presenta en la habitación de planta donde está ingresada. Un cuarto de paredes descascarilladas y camas metálicas que enfrían un ambiente cargado de emociones y sufrimientos.

En él comparten espacio, niños y mayores de ambos sexos. Katerin tiene el gesto absolutamente serio. No se inmuta con los halagos ni con las fotografías. Pero cuando Arturo y María le regalan un muñeco, su boca forma una leve sonrisa.

En esa misma cama se recuperará un día después  Flavia, una adolescente de 14 años. “Me van a cortar un pie”, dice  sonriendo ligeramente.  Es de Jalapa. También nació con los pies zambos. Fue operada de pequeña pero no quedó bien.

El tobillo comenzó a inflamarse y a adquirir un patrón similar a una elefantiasis (tumefacción exagerada de la pierna) y una brigada americana le practicó una biopsia para ver si estaba afectada por la tuberculosis. “La incisión se infectó y necrosó el hueso” dice César, “No se podía hacer otra cosa, de lo contrario en un futuro tendrían que amputarle la pierna”. Cuando se lo dijeron, Flavia lloró toda su desgracia de una vez.

Al día siguiente  ya lo había asumido y su rostro volvió a transmitir su habitual belleza y dulzura y en poco tiempo retomará una adolescencia que no había podido disfrutar hasta el momento.

Anestesia total

Loreto Costa, (Ocotal, Nicaragua).- De camino a Ocotal dejamos a Marta y a Puri en Quilalí, donde iban a trabajar una semana. El resto de la brigada se quedó en Wiwilí tres dìas más. Nosotros continuamos hasta la ciudad donde se había refugiado el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, el año pasado.

Durante dos horas le estuvimos preguntando a Lidia historias sobre la revolución sandinista. El país está actualmente dividido entre los que apoyan al presidente, Daniel Ortega (danielistas) los que son críticos con algunas de sus actuaciones y decisiones (sandinistas), y los que conforman la oposición (liberales). 

Llegamos al hospital de Ocotal a las ocho de la mañana del día siguiente. En la sala de espera ya estaba Yaosca con su hijo, “nuestro ahijado”, el bebé Asensio (mientras no tienen nombre los niños son registrados en el hospital con el apellido del padre).

Salió a las tres de la mañana de Wiwilí para que César valorara al niño. El traumatólogo de As Pontes le da una buena noticia a Yaosca, el bebé está bien, no tiene los pies zambos, están deformados por una postura durante el embarazo.

Por la consulta de traumatología pasaron numerosos pacientes como Sabina, una mujer de 49 años con una enfermedad neurológica muy agresiva que le afecta a la movilidad de las dos piernas. “Camino con la canilla (muleta) saltando con una pierna”, dice. Su problema no es muscular. César le da pastillas para que le alivien el dolor, no se puede hacer más por ella.

Después de pasar consulta los tres traumatólogos gallegos entraron en quirófano. El primer paciente era Neri Beltrán, de 22 años. Tuvo luxado un codo durante 9 meses, por un accidente de tráfico, algo inconcebible en España. También tuvieron que hacerle una traqueotomía, que lo dejó mudo.

La segunda operación fue a Isai, un niño de 12 años, de Murra. “Se rompiò el brazo al caer de una viga”, dice su madre con un tono de reproche tan familiar como el de cualquier madre gallega. Isai tiene unos ojos preciosos pero el gesto serio, como desconfiado. Estaba con sus abuelos en Jícaro para poder ir a la escuela.

Después de la operación, su madre comenta que el niño tenía miedo, creía que al dormirse iba a “amanecer muerto”. Puede ser un efecto secundario de la ketamina, sedante que se utiliza para anestesiar a los pacientes.

Estando en el quirófano, Juan, César y Arturo nos comentan los problemas de higiene y esterilización que han tenido. Una plaga de hormigas y falta de agua, suciedad, presencia de insectos….son algunas de las adversidades higiénicas que ha tenido que superar el personal sanitario gallego.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Revolucionados

Los pacientes se arremolinan esperando su turno en los pasillos
Loreto Costa, (Wiwili, Nicaragua).- La llegada de la brigada médica española revolucionó el centro de salud de Wiwilí. Los pasillos estaban abarrotados de gente, a pesar de que los médicos dicen que no avisaron de la llegada de las especialistas españolas para que no se colapsara el centro.

Pilar, la ginecóloga, atendió a 40 pacientes en una sola mañana, 110 personas pasaron por la consulta de oftalmología de Minuca y Fina, y Marta realizó 125 extracciones en un solo día, a pesar de tener que utilizar una silla común.

Pero además de enfermos, la asistencia de tanta gente al centro de salud atrajo también a personas que vieron la oportunidad de ganar unos pesos. Niñas que vendían rosquillas, mujeres que montaron un puesto con huevos, frijoles y comida casera, u otras que se trajeron hasta el asadero. El olor de la carne a la brasa se colaba a través de los cristales rotos de la consulta de odontología.

La estampa recordaba por momentos a un día de feria. Por los pasillos e incluso dentro de una consulta ginecológica nos encontramos con perros, buscando restos de comida. En la cola para oftalmología había una señora con una gallina. Y en el exterior de la entrada principal vimos un cerdo comiendo hierbecillas.

También nosotros llamamos la atención por andar con las cámaras de fotos y video, por “chelas” (blanquitos de piel) y por tener el cabello rubio. Cintia, la chiquilla encargada del ciber, me preguntó si me teñía el pelo. Al decirle que no, afirmó “pero los lunares si te los pintas”. Y mientras Miguel estaba grabando recursos, una niña que lo observaba se acercó a Miguel y le dijo ¿“Vas a ganar un Óscar”?

Igual que nosotros resultamos curiosos para ellos, a nosotros nos llaman la atención casos poco habituales en nuestra realidad diaria. “Fui baleado en los sentidos y desde aquella veo mal”, dice un hombre de 45 años al que le entró una bala en la sien durante la guerra. “¿Lo cogieron en una balasera?” lo interroga Fina utilizando vocabulario local en lugar de fuego cruzado. “¿Fue la contra?”, añade.“No, de la contra era yo. Fue el ejército sandinista”, contesta el hombre. La oftalmóloga coruñesa diagnostica que la bala debió dañar alguna terminación nerviosa y eso le provocó un dolor residual.

El otro caso era el de un chico joven, de 22 años, que recibió una puñalada en la ceja y otra en el pulmón. “Quería ver la posibilidad que tengo de recuperar la visión”, le dice a Minuca. Tenía el párpado caído y no veía nada. El ojo no se le movía. Lo habían agredido hacía un año al intentar robarle en casa. No lo denunció porque “pasaría como mucho 3 meses en la cárcel y cuando saliera sería enemigo de uno”.