Loreto Costa (Ocotal, Nicaragua).- Con tan solo cinco años Yeudi pasará por tercera vez por el quirófano. Nació con los pies zambos y caminaba apoyándose en la cara externa del pie, prácticamente con el tobillo.
La conocimos jugando en el pasillo del hospital de Ocotal. Es una niña despierta y muy sociable, menos vergonzosa que otros pequeños. Como a casi todos los niños le encanta que le haga fotografías y verse en ellas. Hacemos varias antes de ponernos a dibujar. Al regalarle una caja de colores se la acerca al pecho con una gran sonrisa diciendo “qué bonito”.
La operación de la niña está programada para las doce y media pero su madre intenta que se adelante “porque su hija tiene hambre y no puede estar tantas horas sin comer”. César le explica que ella decide pero “el hambre se pasa comiendo, los pies no. Piénselo bien. Ya se fue hace dos días por ese motivo y sinceramente creo que vale la pena que la niña pase hambre unas horitas por una operación que le puede cambiar la vida.”
La conocimos jugando en el pasillo del hospital de Ocotal. Es una niña despierta y muy sociable, menos vergonzosa que otros pequeños. Como a casi todos los niños le encanta que le haga fotografías y verse en ellas. Hacemos varias antes de ponernos a dibujar. Al regalarle una caja de colores se la acerca al pecho con una gran sonrisa diciendo “qué bonito”.
La operación de la niña está programada para las doce y media pero su madre intenta que se adelante “porque su hija tiene hambre y no puede estar tantas horas sin comer”. César le explica que ella decide pero “el hambre se pasa comiendo, los pies no. Piénselo bien. Ya se fue hace dos días por ese motivo y sinceramente creo que vale la pena que la niña pase hambre unas horitas por una operación que le puede cambiar la vida.”
Yeudi entra en el quirófano tranquila, en el colo de María. Con voz dulce la enfermera la va preparando para la operación. Al ponerle el saturímetro en el dedo (es una especie de pinza que sirve para controlar el nivel de oxígeno en sangre) la niña se pone a jugar, igual que con el balón de anestesia. María y Carmen le dicen que es una chimbomba (globo) que tiene que inflar.
Yeudi sonríe y agarra la mascarilla. Sin embargo su cara cambia al ver que Enrique tiene una jeringuilla en la mano. “Yo no quiero eso”, dice. Al acostarla en la camilla rompe a llorar.
Con ese llanto se despierta de la anestesia dos horas después. Solo está su madre para intentar calmarla, pero Yeudi llora desconsolada reclamando a su madre. Juan, César y Arturo nos comentan que no tiene dolor y que la operación ha sido un éxito aunque más compleja de lo previsto inicialmente.
El llanto de Yeudi contrasta con la serenidad de Katerine. Tiene 8 años y ha sido operada de las rodillas. Arturo nos la presenta en la habitación de planta donde está ingresada. Un cuarto de paredes descascarilladas y camas metálicas que enfrían un ambiente cargado de emociones y sufrimientos.
En él comparten espacio, niños y mayores de ambos sexos. Katerin tiene el gesto absolutamente serio. No se inmuta con los halagos ni con las fotografías. Pero cuando Arturo y María le regalan un muñeco, su boca forma una leve sonrisa.
En esa misma cama se recuperará un día después Flavia, una adolescente de 14 años. “Me van a cortar un pie”, dice sonriendo ligeramente. Es de Jalapa. También nació con los pies zambos. Fue operada de pequeña pero no quedó bien.
El tobillo comenzó a inflamarse y a adquirir un patrón similar a una elefantiasis (tumefacción exagerada de la pierna) y una brigada americana le practicó una biopsia para ver si estaba afectada por la tuberculosis. “La incisión se infectó y necrosó el hueso” dice César, “No se podía hacer otra cosa, de lo contrario en un futuro tendrían que amputarle la pierna”. Cuando se lo dijeron, Flavia lloró toda su desgracia de una vez.
Al día siguiente ya lo había asumido y su rostro volvió a transmitir su habitual belleza y dulzura y en poco tiempo retomará una adolescencia que no había podido disfrutar hasta el momento.
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