Loreto Costa, (Ocotal, Nicaragua).- “Por esos mismos lugares donde no llegan los médicos, cruza al galope la muerte. Va y viene la desesperanza”, recitó Jorge Calderón en nuestra despedida. Sin embargo nosotros nos llevamos todo lo contrario. Sus ganas de vivir en un mundo más justo, su capacidad para superar el sufrimiento sin alzar la voz, su sencillez, dignidad y agradecimiento.
Para mi tiene un gran valor que nos hayan regalado sus sonrisas, abrazos y cariño… pero sobre todo, valoramos su confianza. En estos días decenas de personas han superado su pudor para desnudar sus vidas ante nosotros. Captamos sus historias con la cámara y el bolígrafo, pero también se nos han quedado en la retina imágenes imborrables.
El rostro iluminado de Arling con sus nuevas gafas, la sonrisa de Anielka al poder leer, la alegría de los niños en el colegio de Murra por un simple cepillo de dientes, la entrañable Rita, la entereza de Flavia, la primera sonrisa que desdibuja el gesto serio de Katerín, los preciosos ojos de Isai o la emoción de ver nacer un bebé cuyo nombre desconoceremos.
El rostro iluminado de Arling con sus nuevas gafas, la sonrisa de Anielka al poder leer, la alegría de los niños en el colegio de Murra por un simple cepillo de dientes, la entrañable Rita, la entereza de Flavia, la primera sonrisa que desdibuja el gesto serio de Katerín, los preciosos ojos de Isai o la emoción de ver nacer un bebé cuyo nombre desconoceremos.
Niños, mujeres y ancianos nos han hecho partícipes de sus penas y su miseria. Encerrados en la pobreza extrema, presos de un destino cierto. Hay barrotes mucho más difíciles de romper que los de la fotografía, como los que delimitan las desigualdades. Soy consciente de que lo que hacemos apenas cambiará nada, pero sólo si tienes el coraje de perseguir tus sueños, pueden hacerse realidad.
En esta reflexión final no quiero dejar pasar la oportunidad de felicitar y agradecer la cálida acogida y enorme colaboración de los integrantes de la brigada española de Solidariedade Galega desplazados a Nueva Segovia. Sin su apoyo este proyecto no podría haberse llevado a cabo.
Además de su gran profesionalidad y dedicación, poseen una calidad humana excepcional. Dedican tres semanas de sus vacaciones a trabajar para los demás, sin pedir nada a cambio. Su beneficio es ayudar a mejorar la salud de las personas que más lo necesitan, que menos recursos tienen. Y lo hacen siempre con una sonrisa en los ojos, una palabra amable en los labios y una entereza que impide el desaliento, a pesar de las dificultades que se encuentran a diario.
Pilar, Mónica, Marta, Puri, Teruca, Fina, Minuca, María, Carmen, César, Arturo, Juan y Enrique. Muchísimas gracias por una experiencia vital inolvidable.
Hago extensible también este reconocimiento a Haydée y Lidia, del Instituto de Liderazgo Las Segovias, y al personal médico nicaragüense como Judith, Dinora o Luis Carlos, que nos han ayudado y proporcionado historias de gran valor humano. Por supuesto no me olvido de Juan, Natalia, Alex, Roi y el resto de agaresianos y amigos que desde el otro lado del océano nos arropasteis, facilitándonos mucho la difusión de este blog.
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