Loreto Costa, (Murra, Nicaragua).- "Queda muy largo". Así me respondían las mujeres de Rosario, comunidad a 28 kilómetros de Murra, cuando les preguntaba de donde venían. Para poder ser atendidas por las doctoras gallegas sus habitantes deben viajar en camión (habilitado como un autobús), a caballo o ir caminando.
Mónica y Miguel se desplazaron hasta allí en ambulancia para ver las necesidades del pueblo, por si el año que viene pueden ir a prestarles atención sanitaria. Tardaron dos horas en ambulancia. El centro de salud de Rosario cuenta con una sala para ginecología, otra para urgencias y poco más. Hay un compartimento para la medicación, que hace las veces de farmacia y tiene un colchón en el suelo para que duerma el médico que esté de guardia.
Al llegar Mónica y Miguel se encontraron a una mujer dándole de mamar a su bebé, enfermo de neumonía, con un suero conectado. Llevaba 24 horas sentada en una silla y, de momento, no pensaban trasladarla.
Desde otra población lejana, San Gerónimo, viene Santos Marina Banegas, de 36 años. Cogió la camioneta de las seis de la mañana y llegó al centro de salud de Murra con su quinto hijo, de tan solo 45 días, a las 8. Le toca entrar en la consulta a las 2 de la tarde.
El papanicolau (citología) que se hizo en abril le salió alterado por lo que viene a hacerse otro de control. Pilar le explica que tiene una infección por el virus del papiloma humano, que se contrae por transmisión sexual y que al hombre no le afecta en nada pero en la mujer puede provocar cáncer de cuello uterino.
Con mucha delicadeza, a través de otro tipo de preguntas, la especialista consigue que la paciente le proporcione un poco más de información. Con una mezcla de pudor, timidez y vergüenza (pena, le dicen aquí) Santos acaba reconociendo que igual su marido anda con otras, que ella no lo sabe. Como método anticonceptivo utiliza la inyección. “Eso solo evita el embarazo, pero no las enfermedades. Tiene que utilizar el preservativo porque la que sale perjudicada es usted”, le aconseja la ginecóloga de Lugo. La mujer no contesta y sale de la consulta. Se sienta en la sala de espera y cambia el pañal de su bebé, un trozo de tela sujeto con dos imperdibles.
Una tras otra las mujeres que pasan por la consulta van negando las infidelidades de sus maridos o "convivientes". Con mucha suavidad, Pilar va hablando con ellas para que se den cuenta de la realidad en la que viven. "Este virus no es como una planta que nace sola" o "si usted no estuvo con otro y el tampoco... ¿cómo nos explicamos esto?". Vilma Lago se apresura a decir que ella no. Tras una larga pausa Pilar continúa. "El es un poco mentiroso, ¿no?. ¿Se enfada cuando le lleva la contraria?"... y Vilma, apretando los labios, baja la mirada y asiente.
Hablando con estas mujeres te das cuenta de el grado de sumisión que tienen ante el varón. La mayoría de los hombres tienen varios hijos con una mujer y a la vez tienen relaciones fuera de la pareja. Es frecuente además que en cualquier momento dejen a una por otra sin volver siquiera a visitar a sus vástagos.
Rita tiene prolapso uterino. Pilar le propone operarse dentro de 10 días en Quilalí, donde hay un quirófano. Entonces la mujer, con un hilillo de voz, dice que no puede ir porque es muy pobre y esa comunidad queda muy lejos de San Gregorio, la zona de montaña donde vive.
La anciana tuvo que quedarse a dormir en el centro de salud porque ya no había camión para regresar. A la mañana siguiente, Pilar, Marta y yo la fuimos a visitar para darle algo de ropa y unos córdobas (moneda nicaragüense) para que pueda pagar el transporte hasta Quilalí. Emocionada, Rita se deshacía en agradecimientos. Al despedirnos, el contacto de nuestras manos provocó, durante unos segundos, un sentimiento de unión difícil de explicar.
Esa misma noche oímos cantar entre risas a unos hombres que iban borrachos por la calle “cuatro meses contigo mi amor, cuatro meses con otra. Y los cuatro meses que quedan…. contigo, con otra y con otra”.
Una realidad sanitaria y cultural expuesta con precisión milimétrica, tanto que por unos minutos, mientras prestaba atención a la lectura del reportaje, paseaba con la imaginación por todas las escenas de este retrato social de la mujer de Nicaragua. El final es un canto a la acentuada desigualdad de género. Enorme trabajo, bicos y abrazos a todo el equipo. Juan DS
ResponderEliminarLeyendo estas historias parece que pierden sentido esas críticas con las que a todos se nos llena la boca cuando tenemos que esperar tres días para ir al médico de cabecera o una semana para hacernos unos análisis. Son auténticos retratos de una realidad que nos debería hacer poner los pies en la tierra, tomar perspectiva y darnos cuenta de que las desiguladades son aún mayores de lo que nos habíamos imaginado. Ni que decir tiene que resulta extremecedor pensar en los sufrimientos de esas mujeres para hacer realidad uno de los proyectos más bonitos que uno puede hacer en la vida: traer otra vida al mundo, por mucho que este mundo al que la traigas sea cruel y lleno de sufrimiento.
ResponderEliminarNatalia
Debería nacer unha ONG de psicólogos que traballaran con esas mulleres na autorreafirmación de si mesmas e o amor propio, de maneira que non foran tan sumisas ó poder dos homes. Pero, iso, é un cambio tan longo, tan difícil... algún día poderán saír desa roda? Ó fin e ó cabo, é unha roda que afecta a todo o mundo, non só a Latinoamérica. Pero mentres, a súa saúde, fraquea. Que pena axudar a xente que necesitaría desa axuda non só un día senón 365 días do ano.
ResponderEliminarMar