Presentación del proyecto

Un equipo sanitario, formado por personal del CHUAC, centros de salud de primaria y especializada de A Coruña, Complexo Hospitalario Xeral – Calde de Lugo y Arquitecto Marside de Ferrol, proporciona asistencia sanitaria especializada quirúrgica, de consulta y formativa en los municipios de Murra, Quilalí , Wiwilí y Ocotal, en el departamento de Nueva Segovia (Nicaragua). Tres mil personas se ven beneficiadas por este proyecto sanitario de cooperación internacional con una década de experiencia.

Agareso y Solidaridade Galega visibilizan en este Diario de A Bordo la promoción de calidad sanitaria en este país centroaméricano.


Mostrando entradas con la etiqueta pobreza. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pobreza. Mostrar todas las entradas

martes, 16 de noviembre de 2010

Carta abierta


Loreto Costa, (Ocotal, Nicaragua).- “Por esos mismos lugares donde no llegan los médicos, cruza al galope la muerte. Va y viene la desesperanza”, recitó Jorge Calderón en nuestra despedida. Sin embargo nosotros nos llevamos todo lo contrario. Sus ganas de vivir en un mundo más justo, su capacidad para superar el sufrimiento sin alzar la voz, su sencillez, dignidad y agradecimiento.

Para mi tiene un gran valor que nos hayan regalado sus sonrisas, abrazos y cariño… pero sobre todo, valoramos su confianza. En estos días decenas de personas han superado su pudor para desnudar sus vidas ante nosotros. Captamos sus historias con la cámara y el bolígrafo, pero también se nos han quedado en la retina imágenes imborrables.

El rostro iluminado de Arling con sus nuevas gafas, la sonrisa de Anielka al poder leer,  la alegría de los niños en el colegio de Murra por un simple cepillo de dientes, la entrañable Rita, la entereza de Flavia, la primera sonrisa que desdibuja el gesto serio de Katerín, los preciosos ojos de Isai o la emoción de ver nacer un bebé cuyo nombre desconoceremos.

Niños, mujeres y ancianos nos han hecho partícipes de sus penas y su miseria. Encerrados en la pobreza extrema, presos de un destino cierto. Hay barrotes mucho más difíciles de romper que los de la fotografía, como los que delimitan  las desigualdades. Soy consciente de que lo que hacemos apenas cambiará nada, pero sólo si tienes el coraje de perseguir tus sueños, pueden hacerse realidad.

En esta reflexión final no quiero dejar pasar la oportunidad de felicitar y agradecer la cálida acogida y enorme colaboración de los integrantes de la brigada española de Solidariedade Galega desplazados a Nueva Segovia. Sin su apoyo este proyecto no podría haberse llevado a cabo.
Además de su gran profesionalidad y dedicación, poseen una calidad humana excepcional. Dedican tres semanas de sus vacaciones a trabajar para los demás, sin pedir nada a cambio. Su beneficio es  ayudar a mejorar la salud de las personas que más lo necesitan, que menos recursos tienen. Y lo hacen siempre con una sonrisa en los ojos, una palabra amable en los labios y una entereza que impide el desaliento, a  pesar de las dificultades que se encuentran a diario.


Pilar, Mónica, Marta, Puri, Teruca, Fina, Minuca, María, Carmen, César, Arturo, Juan y Enrique. Muchísimas gracias por una experiencia vital inolvidable.


Hago extensible también este reconocimiento a  Haydée y Lidia, del Instituto de Liderazgo Las Segovias, y al personal médico nicaragüense como Judith, Dinora o Luis Carlos, que nos han ayudado y proporcionado historias de gran valor humano. Por supuesto no me olvido de Juan, Natalia, Alex, Roi y el resto de agaresianos y amigos que desde el otro lado del océano  nos arropasteis, facilitándonos mucho la difusión de este blog.

El futuro no lo marcan las estrellas



Loreto Costa (Ocotal, Nicaragua).- Lo más probable es que las trillizas María Elisa, María Leticia y María Patricia nunca conozcan a su padre. Carlos Vázquez, un chico de 20 años, abandonó a su madre al saber que estaba embarazada. Llevaban juntos tres meses. El fue su primer novio. Blanca Nubia parió con 14 años en el hospital de Ocotal. Las bebés nacieron con poco peso, en agosto, por lo que tuvieron que permanecer ingresadas dos meses y medio. Hoy les dan el alta. En el centro hospitalario no hay incubadoras. Dormían las tres en una camita, al lado de su madre, en una vieja habitación llena de pacientes de distintas edades. Como son de Wiwilí (a unas cinco o seis horas en autobús) Blanca Nubia y su madre permanecieron todo este tiempo en el hospital. La abuela de las criaturas dormía sentada en una silla de madera, mientras que la mamá se hacía un ovillo para entrar en una cama de las dimensiones de la de sus hijas.

Al que si conocerán las trillizas es a su “padrino”. El doctor Lopes está buscando medios económicos para ayudar a esta chiquilla, que vive en la extrema pobreza. Me contó que el podría ayudar a mantener a una de las niñas, pero no a las tres. Está en el último año de estudios de medicina y su sueldo no da para más. Va a hablar con la iglesia para que le ayuden a hacer una colecta, que le permita comprar leche para las bebés y arreglar la casa con las mínimas condiciones de habitabilidad.

“Quería pedirte un favor”, me dice ya en el exterior del hospital. “¿Podrías hablar con el personal de la brigada española o con gente de tu país para apadrinar a las niñas, por lo menos hasta que cumplan unos cinco años?”. Su propuesta me dejó sin palabras. No quería darle esperanzas prometiendo algo que, a lo mejor, no podía cumplir. Pero tampoco rechazarla sin valorar bien las posibilidades de llevarla a cabo. Al no haber una ONG especializada en apadrinamientos por medio,  tenía dudas de cómo podría hacerse llegar esa ayuda económica a las niñas con un mínimo de garantías. En definitiva, que no se quedara por el camino.  Así que le pedí al joven doctor que contactara conmigo por mail una vez analizada la situación y las vías para poder realizar el apadrinamiento. Yo le di unos córdobas a Blanca Nubia y me comprometí a hablar con los demás y divulgar esta historia.

También le pedí que me mantuviera informada sobre las necesidades del bebé Asensio, que habíamos visto nacer. “No te preocupes, el no tendrá problemas para criarse bien. Su familia es de posibles, tiene vacas”.

Esta expresión me retrotrajo a mi infancia, a las historias que me contaba mi madre de la posguerra. Ella no pasó hambre porque mis abuelos tenían vacas y un horno. Mi padre no tenía tanta suerte así que ella le pasaba pan a escondidas. Ese recuerdo familiar me hizo pensar en lo distinta que puede ser la vida de una persona dependiendo del hogar en el que nazca.

El futuro de estas tres preciosas trillizas está marcado de antemano, no por las estrellas ni las cartas, sino, simplemente, por haber nacido en una familia pobre. Que sea en Nicaragua o en Europa, es lo de menos.